¿Acaso esta tristeza la planearon ideas de otro mundo
superior (no sensible)?
César González
El pasado 30 de diciembre marchamos en defensa del arte y la cultura que cultivamos día a día, que tanto nos identifica, y que hoy se encuentra amenazada. Cientos de personas mancomunadas en la lucha, caminando en medio de la calle, en la vereda, y hasta por momentos, interrumpiendo el tránsito.
“Milei, basura, nos deja sin cultura” , era uno de los cánticos al tempo del paso de la marcha. Envalentonando carteles, por momentos en silencio, para luego arremeter y cantar alguna melodía conocida versionada para la ocasión…
De pronto, en un claro del gentío, como si hubiera brotado en medio del cemento negro erosionado de esa calle céntrica, apareció una joven sola y semidesnuda.
Sola, semidesnuda y con moretones en la cara y en el cuerpo. Su canto no tenía ritmo, ni melodía. Era más bien, un lamento, un eco oscuro, un llanto sin lágrimas y cansado:
“Dos meses me tuvo secuestrada la brigada, dos meses tomando jugo, me golpearon, porque ví algo que no tenía que ver. Estoy tristeee”
Repetía y repetía mientras caminaba dando manotazos rabiosos al aire, y sacudía una campera que llevaba en la mano. No buscaba golpear a nadie de los que marchabamos, más que con sus palabras, pero sí le dió con certero descuido a un indigente que dormía como muerto. Él no se inmutó, quizás ya acostumbrado a los golpes y a vagabundear por la ciudad.
La joven en su propia marcha era hermosa. O lo fue.
Morena, de melena larga y flequillo rolinga. Cara redonda y nariz respingada. Ojos vivos… aunque sobreviviendo a ojeras violáceas. Su cuerpo esbelto y alineado bien podría ser de modelo.
El torso cubierto solamente por un corpiño de dos triángulos, negro y brilloso. Un jean de tiro bajo que dejaba ver un vientre chato y parte de la ropa interior.
Brazos, manos y espalda salpicados por hematomas causados, aparentemente, por golpes recientes.
La joven en su propia marcha, vulnerable, hermosa, y un poco ida quizás bajo los efectos de algún consumo especial, siguió a su ritmo, casualmente a la par nuestra. Hizo casi todo el recorrido desde la puerta del Fondo Nacional de las Artes hasta el Instituto Nacional del Teatro, trayecto previsto para el reclamo de los artistas que quedaríamos sin el apoyo de estos organismos, si se cumpliera la amenaza de su disolución.
Nuestro itinerario estaba claro: Punto de partida, punto de llegada. Deteniéndonos solo para abrazarnos con el compañero fuimos enérgicos e invencibles
No así se sentiría la joven en su propia marcha, vulnerable y hermosa. Tampoco estaría predefinido su recorrido. Seguramente vendría desde hace “muchos antes”, muchas horas, días y noches y siempre por la tangente de los ya acostumbrados acontecimientos.
También son tristemente parte de nuestra identidad las voces delirantes, vagabundas y en soledad, que crecen en el cemento negro y erosionado de las calles. Sin otro cartel o denuncia que su cuerpo sucio, hambriento o lastimado. Y siempre en soledad, aún en medio de efusivas, tumultuosas y nuevas viejas marchas - justificadísimas siempre - en algún punto o recorrido previamente acordado de la ciudad.
Sonia Novello, enero 2024
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