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Mostrando las entradas de diciembre, 2020
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  EL RIEGO La fuerza de mi madre para desenrollar y desplazar  esa interminable manguera.  La manguera pesada que arrastra en su interior las turbulentas  aguas,  desde la napa profunda.  La fuerza del agua que en su recorrido, convierte un pasado de ruidos sordos,  en destellos de  nuevos colores.  Los colores de esta tarde son  sabores viejos, de los amargos y de los otros,  en paladares nuevos y pies desnudos sobre la tierra regada.  La fuerza del agua que se conjuga solo en el presente. La fuerza de mi madre que solo arrastra cosas nuevas. Sonia N. Tortuguitas. Dic 2020
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  MAS BELLO QUE LA MUERTE Me gusta que me dé el sol fuerte en la cara. No me molesta arrugar la frente y que el sol marque mi ceño fruncido. Qué bien se siente el pasto  recién cortado… Me gusta recostarme y girar sobre la dichondra fresca, hasta marearme …   Sí. Soy una más en este concierto inútil y voraz de pájaros, de insectos.   Generaciones y generaciones de bichos. Nosotros no nos damos cuenta pero no son siempre los mismos. En la naturaleza todo se muere constantemente y nace. Acá tiene que estar la respuesta. Este verde, esta brisa, no pueden estar equivocados. Acá importa la especie, no la individualidad. A mí, me da qué pensar todo esto muriéndose continuamente, el dolor desaparece en la tierra y todo lo sepultado está generando más vida en este preciso momento... y el humano que sufre tanto por cada cosita que pierde !!!… qué se yo… Cada vez son menos las cigarras, las mariposas, las libélulas, los grillos, las vaquitas de San Antonio, los cascarudos,  las gatas peludas, la
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  LAS COSAS DEL QUERER Qué difícil es querer a veces. Querer ejercer el querer.  Querer, sin presumir  de estar queriendo, pero, querer que se vea que se quiere. Querer gritar que se quiere y enmudecer, porque el cuerpo domina la palabra. Querer con el cuerpo desde el cuerpo, con el traslado del cuerpo, con el dolor del cuerpo, con el cansancio del cuerpo. Querer con lágrimas - que son extensión del cuerpo-  porque con este cuerpo solo no alcanza, porque querer, a veces no alcanza. Sonia, Julio 2020
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  POCAS PALABRAS Mi mamá me dice que habla con las arañas. Y que éstas no huyen cuando escuchan sus pasos, al contrario de cualquier cucaracha  que escapa al menor movimiento cercano o por un repentino baño de luz. "Caminan al ladito mío"- me cuenta mi mamá en voz baja, evocando ese momento en el que todo sucede sigilosamente cuando las arañitas - también dueñas de la casa - no solo que no tienen la necesidad de escurrirse fugazmente debajo de algún mueble, o una puerta, sino que comulgan mutuamente en una íntima complicidad.  "Me cuidan atrapando a las hormigas. Saben que a mí me hacen un bien" - insiste la ama y señora de sus solitarios días, defendiendo así su inefable y pintoresca conjetura.  Es que las arañas en sus laboriosas y resistentes mallas casi imperceptibles, atrapan a las hormigas, polillas y a los mosquitos que también circulan por la casa, para alimentarse. Aunque estos, tal vez sin tanto afán de construir su morada, pero sí son andantes displicente