Dos fotos

 

“Recuerdos falsos

para memorias verdaderas.”

Juan José Saer

 

 

 

 

Yo te envidiaba tu peinado perfecto Betina. Tu cola alta que caía como lluvia y apenas iba y venía con tu pausado caminar.  Tus manos blancas, impecables como tu delantal, y tus aritos de perlas. Todo siempre en su lugar, las medias hasta la rodilla, y tus ojos grises grandes, calmos como una laguna al final del día. Nada perturbaba tu rostro de porcelana rosada, nada aceleraba tu andar, ni el timbre del recreo, ni tu apellido pronunciado en voz firme por la profesora de historia. Todo era así en vos. Se notaba la armonía de una familia perfecta detrás.

Y yo que despeinada, con la pollera verde de lana más larga que el delantal, llegaba siempre tarde a clase.

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Luis estuvo un tiempo viviendo con nosotros. Yo era chica y le tenía mucho rechazo. No sé, sus labios gruesos que cuando hablaba le dejaban ver mucho la lengua me daba asco. Su mirada enrojecida después de beber de más. Se recostaba en la reposera en  medio del parque,  al fondo de la casa a tomar sol en slip, cuando todos dormíamos la siesta. Bueno yo nunca me dormía y miraba por la ventana la quietud del parque y escuchaba las chicharras. Vos ahí cual lagarto bajo el rayo. Transpirado y con los walkmans. Sabías que yo no dormía la siesta.  A la tardecita ya duchado te calzabas, esos pantalones blancos marcando los muslos flacos y todo lo que sobresalía un poco. Tu color de verano estallaba en tu frente y en el pecho que dejabas ver con la camisa blanca desabrochada hasta casi el comienzo de la panza, y en el medio se balanceaba una cruz con un cuerpo en relieve  colgando de una cadena gruesa.  Te creías delicado porque estabas de blanco e ibas al pueblo a ver qué pintaba, y el olor de tu perfume denso y barato te delataría desde la esquina. Después contabas que le invitaste una cerveza a dos dominicanas. Le decías abuelo a mi papá y a él no le gustaba. Me mirabas como si yo fuera una mujer y no me gustaba.

 


 

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