MIGRANTE


Había una vez un pingüino Emperador. De esos altos. Se perdió cuando emigraba, buscaba otros hielos. Nadó miles y miles de kilómetros y así llegó a un desierto. Buscando apagar su sed tragó arena. (Se detiene , mira hacia adentro de la casa ) ¿Me estás escuchando? (Sigue y se entusiasma cada vez más con el relato. Está orgullosa) Confundió la arena con el hielo. Tuvo que ir al hospital y le tuvieron que hacer una endoscopía para sacarle del estómago tanta arena. Cuando le preguntaban, no podía responder a la pregunta. ¿En qué momento se separó del resto? Solo decía: “Me desorienté, no sentí el cambio de temperatura del agua.” Sin querer se atrevió a seguir. Después de un tiempo empezó a caminar plácidamente por la arena. Él no lo sabe pero son las playas de Cancún.  No le es muy fácil pero camina y al amanecer se detiene a conversar con los ostreros. Tiene más conversación con los de pico rojo. Las gaviotas lo intimidan un poco, porque andan de a muchas. Busca dónde hacer nidos. Va hacia el mar y vuelve en busca de comida y le llama la atención algún bañero nudista. Cada tanto se acuerda de aquel mar helado y empetrolado al que ya no va a volver.


Sonia, 2018





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