Alejandro Acobino.

13 de octubre de1969 - 31 de octubre de 2011

Fui muy afortunada. Lo sospechaba, pero por esas picardías de la vida, eso se me reveló después. 

Después. 

Digo "después" y aún me cuesta creer en la fuerza de una daga que puede contener esa palabra.

Ahora pienso lo inmensamente afortunada que fui.

Afortunada por tu amistad.

Afortunada por las caminatas a la salida del Rojas por Corrientes hasta Caballito. Eran los 90 y el primer taller de teatro que yo hacía, como el tuyo si  mal no recuerdo, mientras estudiabas Química en la Facultad.

Afortunada por las interminables charlas telefónicas. A cualquier hora, siempre intensas,  divertidas. 

Afortunada porque me acompañaste a un baile de disfraces que hacían mis amigos del Centro Italiano. Nos reímos porque todos creyeron que el sombrero que llevabas puesto era especial para esa ocasión.

 Y lo especial o lo raro era que anduvieras sin él.

Afortunada por tus lecturas, cuando sacabas de tu bolso -portafolio un papel escrito a mano y me lo leías en un bar o en el tramo de una caminata.

Afortunada porque vimos un par de obras de teatro juntos. Y por escucharte la  singularísima e iluminadora, para mi, reflexión después. Y más afortunada porque te ví actuar en  el pub "Remember" sobre la calle Corrientes, un desopilante sketches escrito por vos, por supuesto.

Afortunada  por tus recomendaciones de libros que hallabas en las librerías más recónditas y olvidadas de Buenos Aires.

Afortunada por tus clases de "escritura teatral", como te gustaba llamarlas. Y no, de dramaturgia.  "Siempre con la honestidad, en lo que hagas" - me decías. 

Afortunada por tus ensayos críticos, inquietantes,  brillantes, filosos e hilarantes, que desplegabas bestialmente  encendido,  a modo de preámbulo antes de comenzar cada clase, ahí sentado en el sillón rojo. Y lo que te gustaba como daba  la luz  a la tarde sobre ese sillón en la biblioteca. Y tomar té. En una verdadera taza de té.

Y afortunada también,   por esa cartera blanca de cuero fruncido y  ribetes negros, descartada en la calle que encontraste y me la regalaste  en un acto cual  ofrenda con un cuidadoso deseo para su uso. Porque te encantaba encontrar pequeños tesoros - y no tan pequeños y no tan tesoros - en cualquier parte para  siempre "escribir" con ellos,  y resignificarlos al ritmo de tu último proyecto o del próximo porque siempre estabas pensando, mascullando, imaginando algo.

Pero me pasa, que cuando me lo digo "Qué afortunada fui" y aparece la emoción, y puedo sentir la forma y el peso de mi corazón estrujado, también irrumpe forcejeando con la tristeza, un recuerdo  feliz: Tu carcajada, por ejemplo, tan tuya, estrepitosa y vibrante que irrumpía como un relámpago para iluminarlo absolutamente todo.

Gracias Aco




Esta foto de  Aco en casa, tomando limoncello casero, él  la llamó "Carré de  cerdo al limoncello" 







Sonia Novello, 13 de octubre de 2021

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